29 marzo 2017

jovenes y drogas
  •  El “puntillo” o punto de “descontrol controlado” es el estado que esperan conseguir en sus noches de fiesta. Por eso, desde su perspectiva, el consumo excesivo de alcohol y otras drogas no viene determinado por la cantidad ingerida, sino por la capacidad para controlar sus efectos.
  •  Para lograr controlar dichos efectos utilizan distintas estrategias como el “desfase faseado” (dosificar la ingesta de psicoactivos a lo largo del tiempo de salida) o realizan “consumos instrumentales”: conjugar distintas sustancias para nivelar efectos cruzados, regulando el “subidón” y  el “bajón”.
  •  El estudio “Sudar material. Cuerpos, afectos, juventud y drogas” está realizado por el Centro Reina Sofía sobre Adolescencia y Juventud de la FAD, gracias al apoyo de la Delegación de Gobierno para el Plan Nacional sobre Drogas, Telefónica y Banco Santander.
  •  La investigación se ha presentado en el marco del seminario “Exceso y ocio juvenil. La extraña pareja” que ha tenido como objetivo analizar la función social del “exceso” –el “desfase”- asociado al consumo de alcohol y otras drogas desde la mirada de adolescentes y jóvenes.

El exceso en cuestión de alcohol y otras drogas, el consumo abusivo, no significa lo mismo para adultos o para jóvenes. Mientras que desde la mirada adulta, el consumo abusivo viene determinado por la cantidad en la ingesta de alcohol y otras drogas, para los jóvenes es un concepto directamente relacionado con la capacidad para controlar los efectos de la ingesta.

Así, el consumo comienza a ser excesivo para los jóvenes no cuando se ha bebido o tomado un número alto de drogas en un corto periodo de tiempo, sino cuando la persona no es capaz de mantener el control mental y corporal por los efectos de las sustancias y acaba envuelta en situaciones indeseadas de desinhibición y sobreexposición social y afectiva, de pérdida de la noción de tiempo y lugar, en estados de enajenación mental o “malos viajes” rechazados por su irrealidad, en conductas agresivas o poco cívicas, o en situaciones de inconsciencia, vómito, desmayos y malestar físico, situaciones todas ellas que son valoradas negativamente. En este sentido, existe una tipología de figuras que representan precisamente el consumo excesivo no valorado y que convierten al joven, a los ojos de sus iguales, en un “pasado” o “desfasado”, “paposo” o “violento”.

Esta es una de las principales conclusiones de la investigación “Sudar material. Cuerpos, afectos, juventud y drogas” elaborada por el Centro Reina Sofía sobre Adolescencia y Juventud de la FAD gracias al apoyo de la Delegación del Gobierno para el Plan Nacional sobre Drogas y que se ha dado a conocer en el marco del seminario “Exceso y ocio juvenil. La extraña pareja” celebrado hoy en Madrid.

El seminario ha sido inaugurado por el delegado del Gobierno para el Plan Nacional sobre Drogas, Francisco de Asís Babín, y el director general de la FAD, Ignacio Calderón.

EN BUSCA DEL “PUNTILLO”

¿Por qué cada fin de semana miles de jóvenes eligen convertir sus momentos de ocio en maratones de fiesta al límite donde las drogas –y especialmente el alcohol- tienen una presencia destacada? ¿Cuál es la funcionalidad de este consumo de atracón, de esta sublimación del exceso?

Esta es la pregunta de partida del estudio “Sudar material. Cuerpos, afectos, juventud y drogas”, una investigación de carácter etnográfico realizada a través de observación participante en lugares y tiempos de ocio y distintos grupos de discusión formados por jóvenes madrileños de 16 a 27 años. Se trata del primer análisis antropológico que se realiza en relación con los consumos de drogas en jóvenes en España. Ha sido posible gracias a la colaboración el Departamento de Antropología de la UNED.

El objetivo ha sido recoger la opinión de los propios jóvenes para tratar de entender la funcionalidad y el significado que tiene el “exceso” en el consumo de alcohol y otras drogas para los jóvenes.

Una de las conclusiones que arroja el estudio es que, para los jóvenes, el estado aspiracional que pretenden alcanzar en sus salidas nocturnas es el “descontrol controlado”, el “puntillo”, ese estado en el que maximizan los beneficios que atribuyen al consumo de drogas –desinhibición, cierta euforia, sociabilidad, etc- sin que se presenten aún se manifiesten los riesgos –pérdida de control absoluto, situaciones de violencia, malestar físico, etc-.

Según los resultados del estudio, los jóvenes para lograr ese “descontrol controlado” utilizan distintas estrategias como el “desfase faseado”: dosificar la ingesta de psicoactivos a lo largo del tiempo de salida o realizan  “consumos instrumentales”: conjugar distintas sustancias para nivelar efectos cruzados, regulando el “subidón” y  el “bajón”.

Se trata de un tipo de consumo ocasional y recreativo realizado los fines de semana, sobre el que los jóvenes piensan que ejercen control, y que valoran positivamente. Y lo ven diferente al que realizan los consumidores diarios y adictos.

RAVES Y MACRODISCOTECAS, ESPACIOS EXCESIVOS PARA COMPARTIR

En el imaginario colectivo de los jóvenes hay una asociación directa entre las fiestas raves y macrodiscotecas y el consumo excesivo, ambos coincidentes en el hecho de que facilitan una estrecha relación entre la música electrónica y el consumo intensivo de alcohol y otras sustancias, especialmente MDMA.

Esta combinación entre drogas, música electrónica y marea de cuerpos bailando al unísono, convierte a estos lugares en espacios de diversión y placer casi garantizada para los jóvenes en lugares donde “hallar la felicidad de un buen ambiente y diversión en comunidad”.

Este placer de fundirse con los demás es precisamente una de las motivaciones principales que refieren los jóvenes de la investigación para explicar el consumo intensivo. La búsqueda de experiencias placenteras, consideradas “libres” e “independientes”, “nuevas” y “transgresoras” con respecto al orden diario son motivos recurrentes en los y las jóvenes para explicar el consumo intensivo, en las que el grupo aparece casi siempre como trasfondo. Se buscan experiencias compartidas, consumos colectivos que refuercen la pertenencia al grupo y lo consoliden. Lo contrario, el consumo individual, deja de entenderse como un consumo normalizado y su valoración se acerca más al consumo adictivo y dependiente asociado al exceso.

La forma de consumo en las raves y macrodiscotecas varía con respecto a las noches de “tranquileo”, salidas asociadas a bajos consumos y a menos expectativas de diversión pero que de forma no prevista pueden convertirse en noches de “desfase”.

En cuanto a los tiempos, inician en casas particulares o bares con consumos suaves. Para continuar en discotecas con un consumo de mayor intensidad donde practican ese “desfase faseado”. Los consumos finales en casas de amigos durante el “mañaneo” vuelven a tener de nuevo un carácter suave.

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