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A modo de crónica de las III Jornadas de investigación de Estudios de Juventud

By 19 noviembre, 2020 No Comments

Es prácticamente imposible resumir dos días de jornadas en un puñado de líneas, tan inasumible como que un investigador o investigadora quiera abordar todos los objetos de estudio posibles en relación con la juventud. Pero sí es posible seleccionar momentos y tratar de relacionarlos entre sí, con objeto de conseguir, si no una crónica, una visión reposada y personal.

Ya no recuerdo si una crónica periodística se puede empezar por el final. Diría que no… Pero justifico mi desorden arguyendo que el viernes 13 de noviembre por la tarde, enmarcada en el acto de clausura de las III Jornadas REJS, tuvo lugar la conferencia online “Between neoliberal economics policies an colonization: youth dreams and action during COVID”, pronunciada por la profesora de la Universidad de Belén Abeer Musleh, que estuvo tan bien estructurada y fue tan expresiva en todos los sentidos que merece la pena tomarla como punto de arranque.

Si bien todas las juventudes del mundo se encuentran inmersas en una misma crisis (“Esto es el virus contra la raza humana”, dice el rap del coronavirus que lanzaron desde el Ayuntamiento de Preter, Alicante), la juventud palestina es una de las que carga con la suya propia y le añade esta última.

La juventud palestina durante la crisis de la COVID-19

Ser joven en Palestina hoy es estar sujeto a un posible confinamiento, como en todas partes, pero dentro del ya propio «confinamiento» que se vive en Gaza y Cisjordania. Como ejemplo, lo ocurrido con las personas jóvenes que trabajan en colonias israelíes y que durante tres semanas no pudieron cruzar las fronteras para volver a sus domicilios. Esto ocasionó que las condiciones sociolaborales se precarizaran aún más,  que la calle se convirtiese en lugar de «descanso», y que cuando volvieron a sus hogares fuesen fuente de contagio. Por supuesto, durante ese tiempo no tuvieron acceso a fármacos. Para que pudieran volver a trabajar, se prohibió al Ministerio de Sanidad palestino hacerles tests y no hicieron ningún tipo de cuarentena.

La COVID-19 también provocó, como en muchos otros sitios, que la educación a distancia se impusiese a marchas forzadas. En estos territorios, teniendo en cuenta que hay cortes de electricidad de hasta 20 horas al día, este forzar ocasionó que aproximadamente el 50% no pudiese acceder a su formación, según estimaciones, y que las diferencias entre la educación privada y pública se ensancharan.

Como contrapeso, y como también se ha visto en otras partes del mundo, nos contaba Abeer Musleh que la juventud palestina ha visto alterada y a la vez reforzada su capacidad de agencia. Por un lado, durante el confinamiento estricto, los comités de participación locales que ya existían previamente sirvieron para articular ayuda y para tejer redes de apoyo comunitario, si bien posteriormente se han visto resentidos por la necesaria vuelta al trabajo y/o empleo de quienes las forman y por el endurecimiento de las condiciones socio-políticas.  También se han visto alteradas y reforzadas las iniciativas de desarrollo alternativo como las que se están dando en la agricultura, por los mismos motivos, aunque perseveran. “La juventud empuja”, que decía otra ponente de las Jornadas.

La juventud australiana como generación precaria

Desde las antípodas, el profesor Hernán Cuervo, en la conferencia de apertura de las Jornadas, pintó el panorama de la juventud australiana desde la pérdida del contrato social, la precariedad y las transiciones fragmentadas y vulnerables.

Cuervo data el comienzo del contrato social con los jóvenes australianos en los años setenta, cuando el primer ministro Gough Whitlam, desde su laborismo de izquierdas, promueve políticas públicas que favorecen una transición a la adultez estable, segura y lineal. Introduce la universidad pública y gratuita; desarrolla programas de vivienda social, educativos y de afianzamiento de escuelas en zonas empobrecidas; promueve la investigación sobre la pobreza; favorece el empleo juvenil estable (aún eminentemente masculino) y continúa afianzando el reconocimiento de los derechos indígenas.

Sin embargo, según varios estudios del profesor Cuervo y otros investigadores e investigadoras, desde aquellos años 70 de buen comienzo, la crisis que atraviesa ahora la juventud australiana, asociada a la pandemia, se puede entender como un paso más de una crisis generacional que ya dura cuarenta años.

Los ochenta y noventa fueron los del paso de la ciudadanía de derechos a la ciudadanía condicional, en gran parte basada en un modelo económico que ve a la juventud como recurso laboral, no tanto como aquella etapa de la vida dedicada a la formación o como etapa transicional. Esto va acompañado de una transformación de la economía productiva australiana, que al pasar de ser sobre todo agraria y manufacturera a una economía de servicios, permite incluir a las y los jóvenes como mano de obra. A esto se suma la desaparición de la universidad pública gratuita a finales de los ochenta y la desregulación laboral, que favorecen la precarización del empleo joven.

Y, desde entonces, esa precarización ha ido ganando terreno a la seguridad, con contratos a media jornada o por horas y con subsidios de desempleo y ERTES selectos, solo reservados a aquellas y aquellos que gozan del privilegio de contratos a jornada completa o indefinidos. Todo esto vuelve a modificar las transiciones, que se vuelven extendidas, inestables, especialmente entre las mujeres y en la franja etaria 15-24, y que derivan en la imposibilidad de planear el futuro a ningún nivel.

La crisis del coronavirus llega en este contexto y proceso, generando más desempleo, más angustia mental y mayores niveles de estrés financiero en las juventudes.

La juventud francesa y la vuelta al hogar familiar

Sandra Gaviria, profesora en la Universidad de Le Havre, centró su participación en la primera sesión plenaria de las Jornadas en la vuelta a casa en tiempos de pandemia y en cómo puede ser un buen ejemplo de los ajustes en las condiciones de convivencia en el hogar que se producen en la juventud. Un fenómeno que, al parecer, se está amplificando de forma generalizada, no solo por la crisis del coronavirus, aunque aún existen pocos datos a nivel europeo.

La vuelta al hogar familiar durante el confinamiento se establece con rasgos propios. Se trata de «salidas de emergencia» (las y los jóvenes siguen con sus otros pisos alquilados), que se asumen con mayor seriedad y toma de conciencia de la situación y también con la idea de asunción de las responsabilidades adultas. La reorganización del espacio exigió a progenitores y descendencia un cambio en la escala de prioridades, así como miedo e incertidumbre por la situación sanitaria y por el propio confinamiento en sí. Para las madres, además, también generó un aumento del trabajo doméstico y mayores niveles de estrés.

Tras los aprendizajes de marzo y abril, frente a un nuevo confinamiento, se eligen otras formas de convivencia y las preocupaciones son nuevas: por las transiciones a la vida adulta, por la falta de experimentación en lo social, en lo sexual, en la vida estudiantil…

En otros contextos, como la finalización de la formación, el abandono de los estudios terciarios, situaciones de desempleo o de precariedad laboral, de obras en el hogar propio, de rupturas sentimentales o de situaciones afectivas complicadas, la mejor o peor convivencia depende de las condiciones en casa y de los motivos de la vuelta. Pero, en general, ha aumentado la flexibilidad respecto a la independencia de los hijos de los padres franceses y se contempla la «recohabitación» con mayor naturalidad.

La juventud española y los retos políticos pendientes

El jueves por la tarde fue el turno de las políticas de juventud y se propició el diálogo entre instituciones, academia, plataformas juveniles y agentes mediadores. Todas las partes coincidieron en algo: no se pueden diseñar políticas sin tener en cuenta a la propia juventud. Es necesaria su participación. María Teresa Pérez, directora general del INJUVE, puso el acento una y otra vez en esta idea: hay que garantizar la participación juvenil para que las políticas se hagan, de verdad, para la juventud. Solo se pueden hacer con y desde ella.

Dicho esto, como declaración de intenciones, el diseño de políticas tiene que ser acorde a las preocupaciones de las y los propios jóvenes, que claman por un empleo estable, por el derecho a la vivienda y por la educación de calidad. En este sentido, señaló Unai Amezaga Albizu, investigador y técnico de intervención comunitaria, es fundamental garantizar la dotación de herramientas y oportunidades. «Esto era antes y sigue siendo ahora en situación de pandemia», no se cansó de repetir.

La criminalización de la juventud durante la crisis del coronavirus

Otro de los temas que se abordó en esta mesa de diálogo, en consonancia con el manifiesto lanzado por las y los representantes de la Red de Estudios de Juventud y Sociedad, fue el señalamiento de la juventud como culpable de los males de este mundo, incluida la prolongación de la pandemia. La juventud ha sido siempre un factor de discriminación social por muchos motivos, lo que la ha puesto en el punto de mira de la vulnerabilidad, pero en estos tiempos se está, además, criminalizando.

En el caso español, según un estudio de varios investigadores, cuyos primeros resultados expusieron David Abril, de la Universidad de las Islas Baleares y Alberto Izquierdo, de la UNED, más de la mitad de las noticias sobre juventud aparecidas en los últimos meses en los diarios de máxima tirada nacional fueron negativas y prescindían de testimonios de las y los jóvenes para hablar del fenómeno por el que se les estaba señalando. Esto también nos habla de la falta de participación y de la necesidad de dar voz a las generaciones jóvenes no solo cuando se legisla o se proyecta sobre ellas, sino también cuando se crean representaciones sociales sobre ellas.

Y las Jornadas REJS, estas III Jornadas de investigación sobre juventud, nos han ofrecido multitud de representaciones de la misma, alejadas del estigma y de estereotipos que empobrecen: la de la juventud emprendedora, la de la juventud empoderada, activista, cotidiana, feminista, encendida, resiliente. Ojalá todo el conocimiento de estas otras realidades juveniles consiga transferirse también a la sociedad, como base del pacto intergeneracional necesario para el cambio social.

Me gustaría terminar esta crónica retomando esta cita de la compañera Veda Kruger, de la ONG Entreculturas, que también estuvo presente en las jornadas: «Estamos en tiempos de COVID-19, pero también en tiempos de juventudes y de ciudadanías transformadoras«. Porque sí, porque estamos, jóvenes y personas adultas, irremediablemente, en tiempos de COVID-19 y de crisis, pero no podemos perder de vista el poder revolucionario y regenerador de ciudadanías compactas que apoyan desde todas las edades el bienestar y el desarrollo universales.

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