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El menor maduro, una revisión actualizada desde la mirada de Mabel Marijuán

By 30 abril, 2021 mayo 10th, 2021 No Comments
Menor maduro - Entrevista análisis y debate jóvenes y adolescentes

La primera pregunta que viene a la cabeza cuando escuchas el término “menor” y “maduro” uno al lado de otro es: ¿cómo se define “menor maduro”? Esta cuestión, explica Mabel Marijuán Angulo, es el punto de partida que responde al contexto en el que tienen sentido todas las preguntas que nos hagamos a continuación al respecto. Mabel, con la que hemos tenido el gusto de compartir espacio de análisis y debate, es doctora en Medicina y profesora de Bioética de la Facultad de Medicina y Enfermería de la Universidad del País Vasco.

En esta entrevista, la experta nos habla sobre dos perspectivas acerca del menor maduro: la bioética y la sanitaria.

FUNDAMENTOS SOBRE LA TEORÍA DEL MENOR MADURO

  • ¿A qué hacen referencia las palabras “menor maduro”?

  Es una persona cuyo criterio cronológico, el de ser menor de edad, se ve modificado en el momento en el que introduces el criterio de evolución, la ponderación de su capacidad o no para tomar decisiones sobre sí mismo.

   A partir del siglo XIX es cuando a los y las menores, adolescentes y jóvenes se les empieza a ver como sujetos concretos de una etapa de la vida específica a proteger. Pero, no es hasta mediados del siglo XX cuando se empieza a valorar su proceso de madurez generalizándose frente al criterio de protección de la vulnerabilidad, de la limitación de su capacidad de juicio.

   Este concepto nace especialmente de dos ámbitos de la vida. Uno es el sanitario, cuestiones que tienen que ver con la salud, enfermedad, vida, la muerte, la sexualidad, la reproducción social y en el cual parece muy difícil decir que otro pueda decidir por una persona que ya tiene los mínimos para expresar lo que quiera. Otro es el jurídico, que va recogiéndo la idea en normas que amparan los acuerdos intersubjetivos y facilitan los diversos proyectos de vida. Ambas áreas tienen que guiarse del criterio prudencial para valorar la capacidad de juicio y la toma de decisiones que afectan a la vida de un chaval, perfectamente capaz de negociar.

Esta idea básica se va mezclando en los discursos sociales de si son más o menos maduros los jóvenes, y otras muchas cuestiones. Hay que atemperar el juicio entre la opinión negativa y pesimista que siempre ha contemplado a las siguientes generaciones de “tienen los valores confundidos” y aquella en el otro extremo de “la generación más preparada y mejor”. La Teoría del Menor Maduro, cuando se toma bien, viene a situarnos en un término intermedio más prudente y progresivo con una mirada sobre lo progresivo del crecer humano.  

  • ¿Cuáles es la edad de corte de un menor con capacidad para consentir y tomar decisiones?

   En el intento por conocer el proceso del desarrollo humano desde las diferentes ramas de estudio, hay una serie estadíos significativos de madurez de los y las menores que implica su crecimiento cognitivo y emocional. Las edades orientativas aquí son los 12, 14, 16 y 18 años.  Periodos que evolucionan en crescendo desde la heteronomía, la tutela o protección del menor, hacia la autonomía o dirección a la libertad personal.

¿Crees que la edad de madurez de una persona menor prevista por las leyes está bien armonizada con sus necesidades reales?

Según el tiempo histórico actual es lógica la evolución, la edad está bien enfocada. Sin embargo, hay que revisarla a no mucho tardar. La sociedad tiene que estar atenta, cambiar modulando sus leyes y sus parámetros, generando marcos que permitan a la gente tener más posibilidades y vivir mejor.

POLÉMICAS Y RIESGOS ASOCIADOS AL MENOR MADURO 

  • ¿Quién ha de determinar esa capacidad de obrar del menor? ¿Cuáles son los agentes y las competencias implicadas en la toma de decisiones?

    Depende del contexto. En “la forja del carácter y la guía del temperamento”, que reflexionaban los clásicos, influyen todos quienes rodean y forman al menor, entre ellos los educadores. Es lo que está pasando ahora, el profesor o la profesora puede valorar la madurez del menor con el refuerzo de las unidades de apoyo, que son importantes y hay que mantener. En cuanto al ámbito sanitario, a pesar de ser atribuido a la psiquiatría y a la psicología clínica, todos los profesionales de la salud deben tener cierto conocimiento. Con la Ley del Menor [*1], también se ha formado todo un colectivo de especialistas del menor en el ámbito judicial. Además de esos ámbitos descritos, serían sustento de nuestra sociedad los servicios sociales.

Si nos referimos a otras facetas, como el ámbito de las políticas institucionales, sean municipales, autonómicas o nacionales, parece que es una etapa que todo el mundo está deseando que pase rápido y sin dar problemas. Y que, por criterio cronológico, estos menores de 18 años no pueden votar todavía. La adolescencia es una etapa conflictiva en la vida, porque se está asentando un desarrollo muy potente físico y del sensum, se revuelven y se asientan valores y se generan experiencias criterios de decisión. Como aquel que decía “mucho respeto por los adolescentes”, porque es un periodo difícil, y alabar a quienes les ayudan, a menudo con mucho esfuerzo, a madurar.

  • Por otra parte, ¿qué instrumentos se requieren para medir la madurez adolescente?

Este acompañamiento al menor hace que cada agente, en su faceta, tenga conocimientos elementales que nacen de tres fuentes. Del ámbito jurídico la madurez del menor más que medirse se valora a través de la escucha o audiencia del menor. En la asistencia sanitaria y social se utiliza desde una entrevista intuitiva más conocedora del medio, a las entrevistas clínicas estructuradas o semiestructuradas, como parte de la elaboración de la historia clínica o del expediente social y educativo. Finalmente se siguen desarrollando pruebas específicas o test que evalúan competencias que estudia la doctora Azucena Couceiro Vidal en su artículo [*2] que señala dos modalidades usadas para la valoración de la capacidad de juicio del menor.

Lo que señala la profesora Couceiro aquí es relevante. Una cosa es valorar el entendimiento de la información en la comunicación, y otra si es el ser capaz de entender las consecuencias de lo que se está diciendo o el tipo de decisión que se toma, y si hay voluntad libre, sin presión. Todo ello lo relaciona con lo que se llama una escala gradual. Al complicarse la resolución y agravarse las consecuencias, más competencias requerirá la decisión.

Para mí, lo interesante de este lío es que nos obliga a pensar con matices, sutileza, reflexión. En la actualidad, la tendencia que tenemos de ir rápido y de resolver todo con tests y en los juzgados (que, por supuesto son necesarios), hace que tengamos que replantearnos resolver determinados aspectos porque tenemos competencia suficiente para tomar decisiones éticas y prudentes. El fin es ayudar a madurar al menor, los instrumentos son medios. Es por esta razón que a mujeres y hombres que están investigando les diría que no se coloquen en ningún extremo, porque son muy atractivos.

  • ¿Consideras notable algún otro aspecto problemático del menor maduro?

Otra cosa que me trae a vueltas es la generalización de una percepción de dudas sobre la identidad, que tiene que ver con la idea de pensar sobre “quién soy”. Este problema se ha exacerbado tanto socialmente que la lucha que quizá podría mejorar las condiciones de alguna manera acaba siendo una lucha contra uno mismo muy agotadora y, a veces, poco fructífera.

Entrevista a Mabel Marijuan Angulo -  análisis y debate jóvenes y adolescentes
Mabel Marijuán Angulo – Fotografía de Mikel Mtz de Tresfuentes
  • Las y los adolescentes pueden acceder a un gran número de actividades que suponen riesgos: sexo, consumo de sustancias, uso de vehículos… En caso de que el menor maduro tenga que tomar una decisión que ponga en peligro su vida o haya un conflicto de intereses, ¿qué voluntad debe prevalecer en la atención profesional? ¿Cómo se define el concepto de “grave riesgo en estos casos?

Teóricamente los menores podrían extender su autonomía hasta el límite en el que se pusieran en riesgo a sí mismo o a los demás. Aunque estemos frente a la Teoría del Menor Maduro, hay que pensar que son personas que precisan ser protegidas, dado que somos una especie en que los cachorros necesitan mucho tiempo para poder vivir por su cuenta. Por consiguiente, hay un momento que tiene que prevalecer el criterio de la persona que tutela o cuida para equilibrar su proceso de maduración.

En cambio, no hay test para medir el punto de riesgo. La valoración del riesgo que hacemos desde nuestra visión de cuidadores y cuidadoras no siempre es acertada porque suelen tratarse de situaciones en las que el riesgo ha de verse en su contexto, de manera casuística. Ya que, si te fijas en el discurso sobre la resiliencia que se ha construido desde hace tiempo, hay menores que han sufrido situaciones increíbles e incapaces de soportar y, en cambio, han salido adelante.

En cuanto a las familias, ¿se debe ofrecer información a los progenitores de un menor sin su consentimiento?

 Los padres y madres tienen que intervenir ante cualquier conducta o situación crítica. Yo te lo puedo decir teóricamente, pero en cada caso se ha de ponderar. Es más, la ley recoge cuestiones muy claras sobre edades y responsabilidades. No obstante, en términos generales, por ejemplo en los temas relacionados con sexualidad y reproducción, tienen condiciones complicadas, como las conductas de riesgo por las enfermedades de transmisión sexual (ETS) y los embarazos no deseado. Nos movemos pues en un territorio de valores y criterios personalísimos, relacionados con todo, con el contexto educativo, familiar, social, de amigos, de redes sociales, etc.

    En última instancia, si me lo preguntas al revés, a «hechos consumados» tendríamos que pedir responsabilidad a las familias de los jóvenes de menos de 18 años.

  • Teniendo en cuenta la relación clínica entre menores y el médico o médica, ¿se puede acceder a la historia clínica de un paciente menor maduro que no te pertenece o es confidencial?

    Este asunto no es tan conflictivo como parece, puesto que los equipos de atención primaria, o pediatría, tienen una experiencia secular en el abordaje de los menores. Básicamente, el equipo asistencial tiene la posibilidad de percibir aspectos relativos a la sexualidad y la reproducción. Cuando el adolescente se acerca al sistema sanitario, los profesionales tienen la cabeza en la detección de un posible abuso o de relaciones no consentidas en personas menores, ETS o embarazo no deseado.

Sus herramientas son, por un lado, la historia clínica o la patobiografía de cualquier persona, un documento valioso medico-legal. La verdad recogida sobre la sexualidad y reproducciones. A partir de ahí se pone en marcha información, cursos y sesiones sobre planificación de dicha sexualidad. De este modo, los chavales y chavalas, aunque son emocionalmente más impulsivos según los psicólogos, al informarse evitan tomar las decisiones en caliente.  Igualmente, hay una serie de elementos que ayudan a identificar, dentro de la normativa cuestiones médico-legales sobre la protección del menor.

    Lo que no se puede ofrecer desde la medicina, ni desde ningún ámbito, es tener una sexualidad alegre, satisfactoria… En definitiva, buena. Existen modelos de sexualidad que se siguen transmitiendo de modo descomunal a través de redes sociales y la pornografía en Internet. Resulta que esta juventud se está educando en una percepción de sexualidad muy ligada a una emocionalidad pésima, una visión del ideal y el goce sexual muy disparatado. Esta contra educación supone unos inputs tan potentes que hay que contrarrestarlos desde una sociedad sana hasta donde se pueda para facilitar la madurez del menor.

  • ¿Cómo podemos prevenir esas situaciones que has mencionado?

Leyendo el libro que han escrito los expertos para El Centro Reina Sofía en Adolescencia y Juventud [3*] veo que los escenarios para detectar lo que ocurre y favorecer el curso de la heteronomía a la autonomía son siempre los mismos: la escuela, la familia, las amistades, las organizaciones y agentes sociales (desde el polideportivo del barrio a la parroquia). Y, luego, las redes sociales, que estarán de manera transversal en los otros grupos. Si estos campos funcionasen al unísono o con el criterio común de favorecer el desarrollo cognitivo, emocional, moral y los valores de chicos y chicas, estos, madurarían mejor.

  • Hablando de las amistades de sus iguales, ¿dónde se sitúan los grupos interpares de los menores maduros?

Como veníamos contando, el joven, el menor intenta encontrar su autonomía y forjar su personalidad desprendiéndose de la heteronomía. Hay dos momentos en ese tránsito. Primero, el momento de vértigo, de no hacer caso a lo convencional que me proponen mis padres o cuidadores. Y el segundo, camino de la elección al rumbo propio se adscriben a otra convención, a la de sus pares. Una especie de «heteronomía colectiva», que yo suelo explicar en mi clase como “soltarse a nadar donde cubre, pero con corchera”.

Asimismo, en un tiempo en el que el contexto social ayuda, el menor se acaba soltando. Por el contrario, en tiempos difíciles de coronavirus o crisis económicas, esto puede volverse algo tremendamente oscuro que hace que prefieran mantenerse al cobijo de la heteronomía.

EL HOY Y EL MAÑANA DEL MENOR MADURO

  • Dada la situación que está causando el coronavirus, ¿cuál es tu opinión de lo que está suponiendo para los menores maduros españoles (y su madurez) la actual crisis sanitaria?

   He observado tres cosas que tienen que ver con la COVID-19 en la juventud:

Como decía el padre de mi compañero: “ hasta la guerra tiene un orden”. Así que si tuviera que ordenar las etapas que he percibido en ellos y ellas, en primer lugar diría que se produce un momento inicial de sensación y desasosiego que creo que ha sido general en todas las personas, y que, después, se ha convertido en la necesidad de los adolescentes de seguridad afectiva y orientación, más allá de la necesidad cognitiva de saber qué está ocurriendo. En segundo lugar, la resiliencia y el miedo. Ellos y ellas volvieron a las redes sociales (lo que mejor conocían) desarrollando su creatividad, buscando diversión, pero también volviendo hacia su retraimiento. Todos nos vemos afectados por un exceso de información y alarmismo ahora. En tercer lugar, no somos conscientes de que, en los últimos tiempos, jóvenes y adolescentes no pueden relacionarse entre ellos, tener intimidad, ligar, sentirte atraído por alguien. Algo, que ya partía de unas dificultades previas con el “aquí te pillo-aquí te mato”, se está complicando con estas «no costumbres» que les impiden pasar tiempo de mirarse y conocerse.

La gente adulta está muy crítica y enjuicia mal a los y las menores y adolescentes. En mi opinión, deberíamos ser un poco más generosos en la mirada ante esta situación puntual tan delicada. Toda generación tiene sus marcas, y la de la presente generación es que durante su adolescencia se produjo el acontecimiento del coronavirus.

    El menor maduro se encuentra en un periodo de exaltación de las emociones. Si por añadidura le das una preponderancia brutal al aspecto emocional, se desborda y conduce a estos adolescentes a unos caminos que los llevan a la infelicidad y el sufrimiento. Luego, el equilibrio de la razón sobre la emoción es vital. Y, entre otros aspectos, el dominio del lenguaje es esencial para no abandonar lo que nos sitúa en el mundo de los otros.

  • ¿Cómo crees que han podido gestionar la intimidad los menores maduros durante el confinamiento?¿Qué espacios proporcionan esa intimidad al menor?

    Creo que somos una sociedad en la que, dada nuestra cultura, la privacidad, la confidencialidad, la intimidad se le da menos importancia que en otros países de Europa. Somos más comunitarios, «sociables y cotillas», hasta cierto punto. Aunque, me da la impresión de que esta generación probablemente sea más cautelosa que las anteriores en algunos sentidos como en lo referente a las relaciones íntimas.

Tanto es así que las personas adultas confundimos la búsqueda de la intimidad de los menores con una suerte de conducta anómala. Antes de la COVID-19, el espacio de intimidad de jóvenes y adolescentes ya estaba en la habitación con el ordenador. Ahora que apenas pueden salir a la calle, la intimidad y la privacidad se dirime en el espacio ampliado del uso de la red social.

  • Desde tu punto de vista, ¿cuáles deben ser las líneas de acción para apoyar y mejorar la situación de los menores maduros?

Si alguien tiene interés por ver esto con una perspectiva diferente, recomiendo a dos autoras que se cita en el libro de FAD-CRS coordinado por A. Couceiro: la académica Amy Gutmann y la filósofa Martha Nussbaum [4*]. Ambas escriben con profundidad y lirismo sobre educación [5*] y sociedad civil. Cuando en el informe se habla de la pedagogía de la educación, una de las ideas que se trasmiten es que ser menor maduro no es una categoría sino un calificativo, a fin de señalar que son personas en un estado de tránsito hacia la madurez.

Cuando en el libro se habla de la educación, una idea que se transmite es que ser menor maduro no es una categoría sino un calificativo para señalar que son personas que están en un estado de tránsito hacia la madurez.

Un adolescente, como todo individuo, tiene que aprender a pensarse a sí mismo, adquirir capacidades para vincularse a los demás con felicidad, así como pensar en el mundo y su lugar en este. Por último, la juventud tiene que aprender a mirar el mundo con la capacidad de ponerse en los zapatos del otro. Como aconsejaba Atticus Finch a su hija en Matar a un ruiseñor [6*]: “Nunca entiendes realmente a una persona hasta que consideras las cosas desde su punto de vista, hasta que te metes en su piel y caminas con ella”.

  • ¿Qué papel tienen los agentes de cambio en todo esto? ¿Hacia dónde se tendrían que dirigir las políticas públicas que atiendan debidamente al menor maduro?

Creo que habría que potenciar el ámbito educativo y la universidad porque combina precisamente ser un espacio de pensamiento sobre uno mismo, en relación con los demás, que permite comprender el mundo y mirar desde muchos ámbitos de análisis. En la universidad se tiene que ofrecer la oportunidad de que el espíritu crítico funcione.

Este mundo es muy complejo, y desde mi punto de vista lo interesante es que cada cual, como profesional, crea que lo que hace es lo más importante, estar abierto a que las cosas mejoren, y sea respetuoso con los demás. Tener en cuenta que hay otros campos y coordinarse, en la medida en que se pueda. Pero si todo fuera mal, confío en que cada uno haga lo que le corresponde actuando como debe.

BIBLIOGRAFÍA

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