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El fenómeno multidimensional de la desigualdad juvenil – Jorge Benedicto

By 14 octubre, 2022 octubre 18th, 2022 No Comments
Desigualdad Juvenil - Entrevista Jorge Benedicto- Pilar Nicolás R

Una de las duras resacas sociales ante la coyuntura de la COVID-19 ha sido la evolución de las desigualdades juveniles. Por esta razón, retomamos las entrevistas de Análisis y Debate con motivo de la reciente publicación de la investigación internacional comparada “Young People in Complex and Unequal Societies” [1], que precisamente aborda la inequidad desde un espectro amplio.
Hablamos hoy, pues, con uno de sus editores e investigadores: Jorge Alberto Benedicto, catedrático de Sociología en la Universidad Nacional de Educación a Distancia (UNED):

  • En torno a la desigualdad, según vuestro libro, ¿qué tienen en común la juventud latinoamericana y la española?

Ambas son sociedades muy desiguales, con características sociales y económicas que afectan mucho a la vida de la juventud. En la introducción del libro [1] subrayamos tres elementos comunes entre España y Latinoamérica: la complejidad, la diversidad y la globalización.
El mundo en que vivimos está surcado por procesos sociales y económicos de carácter global que hacen que las experiencias juveniles se unifiquen, que las juventudes se parezcan en muchos aspectos. Muchas investigaciones hablan de un sector juvenil muy parecido en ámbitos artísticos, culturales y económicos en algunas ciudades latinoamericanas y españolas, en las que los jóvenes tienen más en común entre sí que respecto a sus connacionales. Se da la misma situación entre los sectores jóvenes más vulnerables y empobrecidos.

Otro rasgo común entre las dos regiones es que tanto en España, dentro de Europa, como en Latinoamérica tienen una situación relativamente periférica dentro del capitalismo mundial. Cuando comparas los problemas del propio sistema capitalista de carácter más neoliberal se ven más marcados en el caso español y latinoamericano.

Y, simplificando mucho, podríamos decir que la gran diferencia entre “las juventudes” españolas y “las juventudes” latinoamericanas está en sus características vitales. En América Latina las desigualdades sociales son más profundas según los indicadores e índices de impacto como el coeficiente GINI, que tienen una base muy cotidiana y en donde la juventud habita espacios vitales diferentes según la posición social a la que pertenezcan. Sin embargo, en el caso español, lo que predomina es la idea de precariedad que, aunque va de la mano a la desigualdad, no es lo mismo.

Según explica Gabriel Saraví en uno de los artículos de nuestra publicación, la principal consecuencia de la desigualdad (que es un fenómeno multidimensional) es la “fragmentación de las experiencias vitales”. Mientras que unos jóvenes enfocan sus vidas con cierta tranquilidad y tienen más posibilidades en todos los ámbitos, otros jóvenes se encuentran con obstáculos educativos, situaciones de exclusión, etc. y tienen unos horizontes vitales muy diferentes y tratan de vivir parte de sus vidas en universos ficticios y virtuales, a través de las redes sociales, los cuales no van a alcanzar nunca en la vida real. En consecuencia, se produce un desfase que puede ser bastante peligroso y que los lleva a buscar otras salidas como participar más en circuitos fuera del orden legal.

Esta cuestión sería interesante investigarla más a fondo porque no podemos olvidar que la juventud latinoamericana se enfrenta a formas de violencia que terminan en muchos casos suponiendo la muerte de jóvenes.

  • Al hilo de esta idea de las violencias, quiero señalar una idea sobre la intervención de Monserrat Sagot , vicerrectora de la Universidad de Costa Rica, en la ponencia el libro [2] «Persistencias y emergencias de las desigualdades en América Latina y el Caribe». Ella estudia la relación de los múltiples sistemas de desigualdad en su región. Y explica la desaparición de mujeres jóvenes en toda la región de Centro América durante el confinamiento concluyendo que los feminicidios no son anomalías. En ello, menciona a Patricia Hill Collins (socióloga afrodescendiente en EE.UU) que dice “la violencia es el elemento que une todas las formas de desigualdad”. ¿Qué opinión le merecen estas afirmaciones?

Al final, la violencia es el resumen más gráfico y doloroso de esas enormes desigualdades en Centroamérica. Determinados sectores vulnerables de jóvenes encuentran formas de vivir violentas, pero también hay mucha juventud de los mismos sectores que sufren esa violencia. Luego la juventud más vulnerable es tanto víctima como victimaria. Y muchas veces es el Estado el culpable de su condición de víctima. Y ahí está la posición más vulnerable, la de la mujer joven, que está además atravesada por estas contradicciones del mundo moderno: mujeres en contacto con procesos globales de emancipación de la mujer, pero que viven en un Estado con una matriz de violencia patriarcal definida y en sociedades muy machistas.

JÓVENES ANTE LAS NUEVAS COYUNTURAS

  • ¿Han influido la COVID-19 y la pandemia en las brechas de desigualdad a las que se enfrenta la juventud? ¿De qué manera? Y, conectándolo con la perspectiva internacional, ¿existen variables comunes que definan la igualdad y la exclusión social relacionadas con la crisis sanitaria?

No creo que la pandemia haya gestado algo nuevo, pero sí ha venido a exacerbar procesos sociales de desigualdad existentes. Las brechas de desigualdad han aumentado en cualquiera de los ámbitos que uno pueda ver.

Desde el punto de vista del impacto socioeconómico, los y las jóvenes han sido los grandes perjudicados porque están en la posición más vulnerable. En algunos países, entre ellos España, figuras como los ERTE han protegido a determinados sectores de la población. Pero en América Latina, con más economía informal o sumergida, no es posible que el Estado te proteja.

Afectó también mucho en el ámbito socioeducativo. Aquí se arbitraron soluciones con el mundo online que influyeron en la brecha digital. Los expertos explican que la brecha está en la conectividad y no en los dispositivos digitales, porque el problema es que estar encerrado en casa con conexión a internet mala no permite a los jóvenes seguir lecciones online. Además, el propio entorno familiar es básico para tener o no un sitio tranquilo para recibir esas clases y ayuda para resolver los problemas de conectividad. O sea, la cuestión tecnológica virtual ha ayudado a muchos jóvenes a salir del aislamiento provocado por el confinamiento. Pero en otros casos, incluso teniendo posibilidades, la educación virtual no ha sido eficaz. Así le ocurrió a la juventud palestina, según nos contó la profesora de la Universidad de Bethlehem Abeer Musleh, una de las vicepresidentas del Comité de Sociología de la Juventud de la ISA, en las III Jornadas de Investigación de Estudios de Juventud. Y en el apartado “Afterwork” de nuestro texto [1] también se cuentan las conclusiones de una encuesta mejicana que refleja que la pandemia había generado que varios millones de jóvenes sin recursos económicos no pudieran volver a matricularse en sus estudios.

Vitalmente, el bienestar socioemocional de muchos jóvenes se ha resentido, tanto para jóvenes en peores condiciones como para las clases acomodadas. Eso se refleja en el III Barómetro de Salud y Bienestar Juvenil de la FAD [3]: la gran cantidad de problemas de ansiedad, de futuro incierto, de pensamientos suicidas…

Por tanto, todas las dimensiones de la desigualdad, aunque tengan unas características y variables fijas, se relacionan entre sí.

  • La situación originada por la COVID-19 está planteando a la sociedad en general, en ámbitos globales y cercanos, diferentes retos y desafíos. Procesos de transformación sociopolítica se atisban. ¿Cuáles son los desafíos que se abren ante esta posición que impacta de forma distinta en contextos específicos?

Mi percepción sobre las consecuencias de la pandemia ha ido variando. En un primer momento me parecía que iba a subvertir los fundamentos del orden social y político en el que vivíamos, pero con el paso del tiempo los pronósticos más optimistas han ido desapareciendo y mi impresión personal de desesperanza es que vamos a aprender poco de la pandemia.

Más allá de ello, la pandemia ha sacado a la luz algunos problemas sobre los cuales nos preocupábamos poco. El más claro es el tema del bienestar emocional, la salud mental y los cuidados. Uno de los grandes desafíos es incorporarlo como eje central en la reflexión sobre la juventud. Otro gran reto que nos plantea la pandemia es incrementar, o al menos revertir, el deterioro de la posición social de los y las jóvenes en el reparto de poder generacional. La juventud ha ido perdiendo poder en el ámbito económico, social, político y de la vida cotidiana, siendo hasta culpabilizada de la extensión de la pandemia. Si no recupera la capacidad de influencia, el resto de las cuestiones (como por ejemplo su posición en el mercado de trabajo) no se van a poder resolver. Es más, si no se avanza en ese camino, muchos sectores juveniles van a adoptar una “posición de salida”, como decía el sociólogo economista Albert O. Hirschman. Él hablaba de que en situaciones de crisis se podían seguir tres estrategias: la de la voz o participación; la de lealtad o apoyar lo existente, o bien la estrategia de salida. Pues bien, ese sería el gran peligro, que los y las jóvenes terminasen yéndose mental y afectivamente de nuestras sociedades porque no se les atiende a sus demandas y se les ningunea. Al no dedicarles la suficiente atención es cuando ocurre algo preocupante: determinadas recetas antidemocráticas calan en ciertos sectores de la población, entre ellos, la población juvenil.

MEDIDAS PARA MITIGAR DESIGUALDADES JUVENILES

  • Bajo su punto de vista, ¿cómo se podrían mitigar los impactos de la pandemia en la vida de los y las jóvenes para mejorar su bienestar?¿Cuáles son los retos más urgentes en este sentido?

Hay tres cuestiones que me parecen centrales para romper barreras:

La primera, reducir la desigualdad en el ámbito educativo. Así se permite aminorar la inequidad de partida de los sectores juveniles. En el sistema español se están detectando niveles muy grandes de desigualdad educativa, y brechas sociales al respecto. Por ejemplo, ha aumentado la probabilidad de elegir una carrera u otra en función del origen social, del género y del poder adquisitivo de las familias.

La segunda es arbitrar medidas específicas de inserción juvenil en el mercado de trabajo para que el proceso de transición escuela-trabajo sea lo más fluido posible. Con este fin es necesario “cortar bucles” como el que se ha repetido constantemente sobre la experiencia laboral. Si eliminamos la precariedad laboral podemos sentar las bases para estrechar la precariedad vital.

La tercera supone tener muy en cuenta el impacto generacional de las distintas medidas económicas, políticas y sociales que se toman. Tendríamos que incorporar esa perspectiva generacional en las políticas públicas a escala internacional. Aplicar la misma idea pionera de la Unión Europea, que ha convertido el tema de género en un mainstream, en una línea que atraviesa todos los diseños de planes y proyectos.

  • ¿De qué manera podemos implicar a los y las propias jóvenes para que participen en los procesos de toma de decisiones que afectan a sus propias vidas?

Para procurar que la participación política y social de la población joven no termine siendo artificial hay dos elementos básicos que ayudan a implicar a dicha juventud en los procesos de toma de decisión: reconocer a la gente joven como interlocutora legítima en el debate democrático, y no como mero objeto sobre la cuál hablamos, y, después, dotarle de una posición relevante en la toma de decisiones.

Como la juventud es un momento en el que la vida interpersonal cobra mucha relevancia, hay que construir una vida pública atractiva para que estos y estas jóvenes no opten por la “vía de la salida” que mencionábamos antes. Si no pueden participar de verdad, se le están dando incentivos para replegarse en su consumo y en sus vidas cotidianas.

  • En alguna ocasión ha mencionado que “la juventud piensa que lo político no transforma la sociedad”. ¿Cómo casa esta perspectiva con la percepción social de estar ante una generación mucho más consciente e implicada en cuestiones medioambientales y de igualdad social?

Coexisten diferentes modos de ver la política o las cuestiones políticas. Muchos jóvenes ven lo político como algo ajeno a ellos, extraño a sus vidas. Otros jóvenes, participan de esa opinión, pero lo reducen a la participación institucional de la política; a partidos, instituciones y políticos. No obstante, en las últimas décadas encontramos un sector juvenil muy activo, que expresan sus compromisos sociales y políticos a través de prácticas activistas.

Evidentemente, a la juventud le interesa y le preocupa lo que ocurre en el mundo. Lo que ha ocurrido desde hace unos años es un cambio de prioridades que debería integrarse en el sistema social y político. No se pueden seguir despreciando las movilizaciones juveniles y considerarlas como “cosa de adolescentes”, porque están poniendo a las personas adultas frente a las realidades fundamentales de esta generación: la emergencia climática, la igualdad real entre hombres y mujeres… Entonces, no son estereotipos, son activismos fundamentales para transformar la sociedad siempre que no los cojamos con ingenuidad. No toda la juventud es activista, pero se contempla que de alguna manera esas reivindicaciones se están convirtiendo en una seña generacional. El motivo es que, aunque muchos y muchas jóvenes no se movilicen, sí que les resuenan ciertas ideas sobre cambio de estructuras, sobre cómo afrontar la relación generacional, los problemas de conciliación y cuidados, la ecología e igualdad…

Los colegas españoles que hicimos el informe y yo nos estamos dando cuenta de que la pandemia ha tenido muchos impactos en los activismos juveniles, en las acciones colectivas, de manera muy desigual y contradictoria. Dependiendo, además, del tipo de organización de las que estuviésemos hablando.

Por tanto, en algunas agrupaciones (como las feministas y ecologistas que estaban en la cresta de la ola al principio de 2020) ha tenido un efecto muy significativo paralizando en muchos casos la actividad, reduciendo el número de miembros, e incluso han sido perjudicados y culpados por extender la COVID-19. En cambio, ha habido otras organizaciones que se han impulsado por la pandemia acrecentando su creatividad en las formas de acción online.

En todo caso, les ha ayudado a replantearse de alguna manera los objetivos de acción, y hablando en entrevista con movimientos ecologistas nos decían algo muy interesante: que la pandemia les ha permitido ver que si el Estado tiene capacidad para afrontar una emergencia como la COVID-19, también podrían hacerse cargo de la emergencia climática.

BIBLIOGRAFÍA

[1] Benedicto, J.; Urteaga, M.; Rocca, D. [Ed.]. (2022).Young People in Complex and Unequal Societies: Doing Youth Studies in Spain and Latin America. Leiden; Boston: Brill.

[2] Busso, M.; Messina, J. (2020). La crisis de la desigualdad: América Latina y el Caribe en la encrucijada. Banco Interamericano de Desarrollo.

[3] Sanmartín, A., Ballesteros, J. C., Calderón, D. y Kuric, S. (2022). Barómetro Juvenil 2021. Salud y bienestar: Informe Sintético de Resultados. Madrid: Centro Reina Sofía sobre Adolescencia y Juventud, Fundación FAD Juventud.

[4] Vazquez, M.; Unda, R.; Benedicto. J. …et al. (2021). Acciones colectivas juveniles durante la pandemia. Un estudio comparado sobre repertorios de acción, formas de organización interna y representaciones sobre la política (Argentina, Brasil, Chile, Colombia, Ecuador, España y México, 2020-2021). Ciudad Autónoma de Buenos Aires: CLACSO.

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