Análisis y debate

Trabajo y madres jóvenes en una sociedad enfocada al empleo remunerado

By 21 mayo, 2020 septiembre 3rd, 2020 One Comment

La maternidad está llena de significados simbólicos construidos socialmente e incorporados en el proceso de socialización que determinan fuertemente tanto los comportamientos como la percepción de lo que significa la imbricación entre el “ser mujer” y “ser madre”. La inclusión de una perspectiva de género a la sociología ha permitido evidenciar la existencia de un modelo tradicional y patriarcal de división sexual del trabajo en nuestra sociedad, estrechamente relacionado con la maternidad. De este modo, se establece una distribución estricta de las actividades, tiempo y espacios asignados a cada uno de los sexos.

El sociólogo Pierre Bourieu (2018, p. 22) se refería a este modelo como el “orden de la dominación masculina”, un sistema basado en una forma de relaciones de género que conocemos como familia tradicional. Esta estructura se organiza en torno a la figura del “varón proveedor”, que sitúa a los hombres como responsables del sustento económico de la unidad familiar y a las mujeres en una posición de subordinación al ámbito privado y al trabajo reproductivo y de cuidados (Carrasquer et al., 2016). La naturalización que se hace de este reparto del trabajo que vincula el cuidado y la crianza a las mujeres (Tobío, 2012) nos puede hacer creer que es un fenómeno presente en toda la historia de la humanidad. Sin embargo, se trata de un sistema que no se impone de forma generalizada hasta el siglo XIX, con la última fase de la industrialización (Torns, 2008, p. 57). Se trata, en definitiva, de una construcción social.

En cualquier caso, es evidente que los efectos del modelo se siguen observando en la actualidad. Es a través de la maternidad que las mujeres adquieren legitimación y reconocimiento social acerca de su realización personal y sigue siendo un hito biográfico clave en el tránsito a la vida adulta (Imaz, 2007). A su vez, esto genera en las mujeres una presión social para tener hijos/as desde el mantra de: “toda mujer no sólo es madre en potencia, sino también en necesidad” (Saletti, 2008: 173, cit. en Chacón y Tapia, 2017: 196). Alejarse del orden simbólico femenino tradicional, por lo tanto, puede generar sanciones sociales. También hay que tener en cuenta que el Estado del Bienestar español depende fuertemente de la responsabilidad de las familias para hacer frente al cuidado de las personas dependientes, un sistema conocido como “modelo familista mediterráneo” (Esping-Andersen, 2013: 46). Este modelo, unido a la división sexual del trabajo, sitúan con frecuencia sobre las mujeres la doble carga que supone asumir las tareas de una actividad laboral remunerada y las del trabajo reproductivo; una “doble presencia” que dificulta el acceso, la permanencia y el desarrollo profesional (Royo Prieto, 2010).

No obstante, el acceso a la vida pública de las mujeres, a través de la educación y la inserción al mercado de trabajo, y la lucha de los feminismos, han comenzado a desmontar este sistema. Desde finales del siglo XX se vienen produciendo una serie de transformaciones socioeconómicas e ideológicas que han conducido a una diversificación y pluralización de las formas de convivencia, de las trayectorias de vida individuales, de la vida familiar y de las aspiraciones conyugales y reproductivas; proceso que algunas autorías han denominado como “segunda transición demográfica” (Castro, 2007: 5). Prueba de ello, con datos de Eurostat (2019), es que en España el porcentaje de nacimientos ocurridos dentro del matrimonio en mujeres jóvenes ha pasado de un 74% en el año 2000 a un 37,6% en 2016. También se ha producido un retraso generalizado en la edad a la que se tiene al primer hijo/a, se ha pasado de una media de edad de 30,9 años en 2004 a los 32,1 en 2017; y hay un menor porcentaje de madres menores de 35 años, del 82,1% en 2004 al 37,3% en 2016. Otro cambio es que se tiene un menor número de hijos/as por mujer en edad fértil (de entre 15 y 49 años), cifra que rondaba el 2,7 en 1976 ha llegado a 1,3 hijos/as por mujer en 2016.

También podemos basarnos en el “Informe Sintético de Maternidades Juveniles” realizado por el Centro Reina Sofía sobre Adolescencia y Juventud (CRS) en 2019 para analizar el modo en el que las mujeres jóvenes de entre 18 y 35 años en España perciben y experimentan la maternidad en este contexto. Cerca de la mitad de las mujeres que participaron en la investigación considera que la medicina permite retrasar la decisión de ser madre sin repercusiones negativas. En cualquier caso, a parte de los cambios en los perfiles sociodemográficos de la maternidad, se observa claramente que la mayor parte de mujeres rechazan la anacrónica idea de que la maternidad es un condicionante imprescindible para la realización vital (en un 83,8% las mujeres sin hijos/as y hasta un 65% las mujeres que ya son madres). En el grupo de mujeres con hijos/as está más extendida la imagen tradicional de la familia, no obstante, una amplia mayoría se opone a la concepción de que las parejas deben mantenerse unidas por los hijos/as y también se observa una amplia tolerancia y aceptación de hogares y modelos de familia “atípicos”, como la maternidad adolescente, la crianza en solitario o entre parejas del mismo sexo.

Es importante tener en cuenta que todas estas transformaciones en las actitudes hacia la familia tradicional no se han traducido en un menor interés por tener hijos/as, sino más bien se ha generado una brecha entre el querer y el poder. Hasta un 72% de mujeres sin hijos/as que participaron en la investigación afirman querer tenerlos en el futuro, y la valoración global de la maternidad de todas las mujeres es de un 7,45 sobre 10. Sin embargo, obstáculos como el desempleo y la inestabilidad laboral, políticas de conciliación deficientes y las desigualdades en la corresponsabilidad son los principales escollos de la maternidad (Espig-Andersen, 2013). Esto se ve reflejado también en el informe puesto que la estabilidad residencial, laboral y económica es percibida como condicionante necesario en el primer embarazo para más de un 85% de mujeres. A esto le sigue la conciliación laboral y familiar (para un 81,8%) y el contar con una red social de apoyo para el cuidado (en forma de relación estable para un 78% y como vínculos como los familiares en un 69,2%). En última instancia, se tiene en cuenta el desarrollo personal y profesional, para un 52% es importante haber hecho “todas las cosas que querías” antes de ser madre y para un 65,7% encontrarse en un punto de la carrera profesional satisfactorio.

Para profundizar en el modo en el que estos condicionantes actúan debemos centrar nuestra atención sobre los perfiles sociolaborales. España se caracteriza por un nivel de desempleo masivo y estructural constante que afecta especialmente a la población joven y a las mujeres y que se ve intensificado en los períodos de crisis económica. Entre 2007 y 2013 se pasó de un 8,5% de paro al máximo histórico de 26,1%; la destrucción de empleo en menores de 30 años fue especialmente intensa situando la tasa de paro juvenil en el 42,4% en 2013. La población joven y con menor nivel educativo se caracteriza por encadenar trabajos temporales que tienden a desaparecen en situaciones de crisis. Por lo que respecta a la brecha de género en la tasa de desempleo, aunque la primera fase de la crisis afectó más a sectores masculinizados reduciendo la diferencia entre hombres y mujeres, desde 2014 se ha vuelto a ampliar, puesto que los períodos de bonanza económica benefician al empleo masculino (Aguado, 2019). La última EPA[1] muestra que en el primer trimestre de 2020 la tasa de paro ha sido del 14,41%; 1.564.200 (12,79%) hombres y 1.748.800 (16,24%) mujeres paradas. En cualquier caso, el empleo femenino es considerablemente más precario que el masculino al concentrarse en sectores de bajos salarios, escasas exigencias de cualificación y mayor nivel de informalidad y temporalidad, por lo que incluso cuando hay una mayor incorporación de mujeres al mercado de trabajo los presupuestos de los hogares tienden a reducirse.

Volviendo al informe del CRS, las mujeres más jóvenes se ven expuestas a mayores niveles de precariedad e inseguridad laboral y en todos los grupos de edad las madres tienen una mejor situación laboral que las mujeres sin hijos/as. No obstante, 5 de cada 10 mujeres con hijos/as han experimentado cambios profesionales por su situación de maternidad a distintos niveles, aunque cabe destacar que únicamente el 11,5% ha dejado de trabajar definitivamente. A su vez, un 35% se ha visto obligada a experimentar esos cambios mientras que para el resto se percibe como una opción voluntaria. La excepción se observa en la “limitación de oportunidades de promoción” puesto que un 46,5% de mujeres lo han experimentado a raíz de ser madres y solo para un 35,2% ha sido de forma voluntaria. Aun así, la mayoría de mujeres no asocia la maternidad a un obstáculo profesional, solo un 22% de las mujeres sin hijos y un 18,4% de las que son madres lo ven así. También es relevante tener en cuenta que, aunque la mayoría no identifique la maternidad como un obstáculo, hay un porcentaje mayor, hasta un 38% de las mujeres con hijos/as, que sí considera haber experimentado algún tipo de discriminación laboral por el hecho de ser madre.

Se ha producido un cambio de actitudes en la valoración de la corresponsabilidad y la conciliación, no solo en las mujeres sino en la sociedad en su conjunto (Alberdi, 2016). La Encuesta Europea de Valores aplicada a España muestra que hasta el 92,3% de las personas consultadas suscriben que “los hombres deben asumir tantas responsabilidades como las mujeres en el hogar y con los hijos”, y el 83,9% afirman que “tanto el marido como la mujer deben contribuir a los ingresos del hogar” (Royo Prieto, 2010). Datos en línea con los resultados del informe del CRS, en el que el 85,3% de mujeres sin hijos/as y un 73,5% de madres, defiende que los padres son igual de capaces que las madres para responsabilizarse de los hijos. No obstante, las mujeres dedican 63,6 horas semanales al conjunto de trabajo remunerado, no remunerado y desplazamientos; mientras que en el caso de los hombres el tiempo se reduce a 56,7 horas semanales. Por lo que respecta al tiempo dedicado al cuidado y educación de hijos o nietos, el porcentaje más alto de mujeres (33,9%) dedican cuatro horas diarias, mientras que el porcentaje más alto de hombres (36,7%), dedican dos horas al día. Centrándonos en las tareas domésticas y de cocina, el 43,3% de mujeres dedican dos horas diarias mientras que el 42,5% de hombres le dedican una hora a estas mismas tareas (INE, 2018). Estas cifras también se ven reflejadas en el informe del CRS puesto que las mujeres tienden a considerase en una peor situación estructural que los hombres. Entre un 60 y un 70% de mujeres percibe desigualdades de género “grandes o muy grandes” a la hora de asumir las tareas del hogar y la crianza, en los salarios y en las oportunidades para encontrar empleo.

En definitiva, nos encontramos en un proceso de construir un nuevo modelo familiar basado en la conciliación, la corresponsabilidad y una masculinidad “más cuidadora” (Abril & Romero, 2008). No es la entrada “masiva” de las mujeres en el mercado laboral lo que provoca un descenso de las tasas de natalidad, sino las condiciones estructurales, materiales y sociolaborales del empleo. La situación estructural de precariedad en la que se encuentran las mujeres, especialmente acentuada en los años posteriores a la crisis económica de 2008 (Aguado, 2019), son la principal explicación de las transformaciones demográficas acaecidas en la última década. El cambio responde a un modelo social y a un mercado laboral que reduce las posibilidades de dedicación económica y de tiempo a las relaciones afectivas y de cuidados, bases de la vida familiar donde el sistema sexo/género, lejos de estar superado, sigue reproduciéndose en las estructuras sociales.

[1] INE – Encuesta de Población Activa. Recuperado el 08/05/20: .https://www.ine.es/dyngs/INEbase/es/operacion.htm?c=Estadistica_C&cid=1254736176918&menu=ultiDatos&idp=1254735976595

Referencias

Abril, F., & Romero, A. (2008). Medidas para incorporar a los hombres en las políticas de conciliación. Sociología Del Trabajo, 64, 41–65.

Aguado, E. (2019) Mujeres y hombres frente al desempleo. El caso español en la primera crisis del siglo XXI. Tirant Humanidades. Quaderns Feministes. Valencia.

Alberdi, I. (2016). El retraso de la procreación y el mantenimiento de la juventud. Metamorfosis. Revista Del Centro Reina Sofía Sobre Adolescencia y Juventud., 0, 9–25.

Bourdieu, P. (2018). La dominación masculina. Anagrama. Colección Argumentos. Barcelona.

Carrasquer, P., Torns, T., Tejero, E., & Romero, A. (2016). El trabajo reproductivo. Papers. Revista de Sociologia, 55, 95. https://doi.org/10.5565/rev/papers.1934

Chacón, F. y Tapia, M. (2017). No quiero tener hijos (as)… continuidad y cambio en las relaciones de pareja de mujeres profesionales jóvenes. Polis. Revista Latinoamericana, vol. 16, nº46, págs.. 193-220.

Esping-Andersen, G. (ed.). (2013). The fertilitiy gap in Europe: Singularities of the Spanish Case. Barcelona: La Caixa.

EUROSTAT (2019). Births and fertility data. Bruselas. https://ec.europa.eu/eurostat/web/population-demography-migration-projections/data

Imaz, Mª. E. (2007). Mujeres gestantes, madres en gestación. Representaciones, modelos y experiencias en el tránsito a la maternidad de las mujeres vascas contemporáneas. Bilbao: Universidad del País Vasco. 

Instituto Nacional de Estadística. (2018). Encuesta Nacional de Condiciones de Trabajo 2015. https://www.ine.es/ss/Satellite?L=es_ES&c=INESeccion_C&cid=1259925472488&p=1254735110672&pagename=ProductosYServicios%2FPYSLayout&param1=PYSDetalle&param3=1259924822888

Royo Prieto, R. (2010). El ámbito familiar: roles de género, socialización y cambio social. In J. Elzo & M. Silvestre (Eds.), Un individualismo placentero y protegido. Cuarta Encuesta Europea de Valores en su aplicación a España (pp. 79–102). Deusto Publicaciones. Serie Ciencias Sociales, vol. 26.

Tobío, C. (2012). Cuidado e identidad de género. De las madres que trabajan a los hombres que cuidan. Revista Internacional de Sociología, 70(2), 399–422. https://doi.org/10.3989/ris.2010.08.26

Torns, T. (2008). El trabajo y el cuidado: cuestiones teórico-metodológicas desde la perspectiva de género. Empiria. Revista de Metodología de Ciencias Sociales, 15, 53–73. https://doi.org/10.5944/empiria.15.2008.1199

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