Novedad Bibliográfica
Sección dedicada a la reseña y el comentario crítico de novedades bibliográficas sobre juventud y adolescencia.

Handbook of Adolescent Development Research and its Impact on Global Policy
Tipo: Libro;
Publicación: 2018-04-26
Autor: Jennifer E. Lansford, Prerna Banati
Lugar de publicación: Oxford. Reino Unido
Idiomas: Inglés
Entidad: Oxford University Press
ISBN: 9780190847128
Temáticas: juventud, adolescencia, empoderamiento juvenil, religión, tecnología, identidades
Año: 2018
Jennifer E. Lansford, Prerna Banati [Eds.]."Handbook of Adolescent Development Research and its Impact on Global Policy". Oxford; New York: Oxford University Press, 2018; 482 pp. eISBN: 978-01-9084-714-2
En la actualidad, hay en el mundo 1,2 billones de adolescentes, y el 90% de ellos pertenecen a países con ingresos bajos y medios. Esos adolescentes se enfrentan a muchos retos que les provocan vulnerabilidad. Es por eso que, desde una perspectiva holística y con un enfoque global, este informe tiene por objetivo dar a conocer las particularidades de aquellos y aquellas que trabajan el desarrollo social, emocional, cognitivo, comportamental y psíquico de los y las adolescentes, a través de la revisión de las investigaciones más vanguardistas al respecto. Además se pretende promover la salud y el desarrollo positivo, sobre todo entre la juventud más frágil. Se habla de las políticas, intervenciones y programas o experiencias que, según los autores del texto, hacen avanzar los derechos de los y las adolescentes dentro del marco de iniciativas mayores, como la Convención de Derechos de los Niños y los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS).
Aunque se reseñarán las conclusiones principales de todas las áreas claves que menciona el manual, el resumen se centra principalmente en el apartado cinco, que en esencia trata sobre el empoderamiento juvenil, y se divide en cuatro capítulos.
Análisis
En la primera sección, en el capítulo 20, se alude a la definición de las Naciones Unidas (2017) de “capacidad de desarrollo”, como el proceso a través del cual, individuos, organizaciones y sociedades obtienen fuerza y consiguen sus propios objetivos de desarrollo a través del tiempo.
En relación a las capacidades adolescentes, Esther F. Akinsola y Anne C. Petersen explican que el foco ha de estar en hacer progresar sus conocimientos, experiencias y habilidades. Estos recursos, valores y competencias de los y las jóvenes, proveen capacidad de construir oportunidades y programas en entornos favorables, posibilitando una transición a la vida adulta positiva, así como bienestar mental y psicológico. Las autoras inciden en que la educación es la mayor fuente de capacidad de desarrollo global de las y los adolescentes, poniendo el énfasis en la necesidad de que las iniciativas de empoderamiento y capacidad de construcción vayan dirigidas a mujeres. También se destaca la necesidad de realizar evaluaciones, a nivel individual, de comunidad y organizacional.
Por otra parte, se habla de la participación de los y las adolescentes como parte activa, como aliados/as, socios/as, y líderes en programas de desarrollo. Así, es necesario que se conviertan en parte del proceso de la toma de decisiones de poder colectiva, en el cual sus contribuciones serían reconocidas y valoradas, y desarrollaría en ellos y ellas capacidades de actuación y habilidades que les generarían, tanto a sí mismos como a las organizaciones, un impacto positivo. Si se quiere que los y las adolescentes se involucren en contextos sociales particulares, como centros de empoderamiento o de capacitación, apuntan las autoras que es necesario que los espacios sean lugares adaptados que generen buen ambiente, donde adquieran capital social y cultural para dicha transición.
En el segundo apartado (capítulo 21), las investigadoras Elizabeth Dettori y Geeta Rao Gupta mencionan el contexto en el que surgen los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) y del Milenio de las Naciones Unidas, que nacen para abordar desde un ámbito inclusivo y consultivo las desigualdades en el mundo, al tiempo que impulsan a la sociedad civil para progresar. A raíz de esto, los diferentes actores empezaron a conectar y a colaborar a todos los niveles. Pero, a su vez, comienza a producirse un gran cambio de la política global, con conflictos armados prolongados, un aumento de desastres naturales cíclicos y repentinos, y restricciones de flujos financieros, que hacen más necesaria aún la acción coordinada inteligente.
Ante estos obstáculos estructurales y diversos desafíos que enfrentan los y las adolescentes, Dettori y Gupta señalan las áreas en las que las chicas adolescentes están en desventaja con respecto a los chicos, en términos de salud, educación, seguridad, accesos a recursos económicos, y oportunidades de agencia personal y liderazgo. En este contexto, resulta imprescindible promover la igualdad de género, y evitar así la violencia, la explotación y la inasistencia a la escuela.
En el tercer apartado, capítulo 22, Pamela Wridt analizar la lógica, el proceso y los resultados de programas de desarrollo juvenil, y establece recomendaciones sobre cómo involucrar a los y las jóvenes como participantes activos en programas de investigación de diseño, seguimiento y evaluación internacionales (RM&E). Como demuestra la investigación, el impacto potencial de estos esfuerzos supera con creces cualquier barrera o desafío identificado en la literatura, y en el contexto de los Objetivos de Desarrollo Sostenible excluir las voces juveniles en estos procesos ya no es una opción. Todos los y las jóvenes deben estar facultados para contribuir a la realización de sus derechos y los derechos de otros y otras, y en la creación de un mundo más justo, equitativo, sostenible y pacífico.
Además, señala la autora, sin la genuina participación de los y las jóvenes en la conformación y evaluación de los programas, las iniciativas de desarrollo internacional pueden ir perdiendo lo que tienen de relevante en su vida cotidiana, su supervivencia y su crecimiento. Un riesgo aún mayor, agrega Wridt, es una generación de jóvenes que sintiese que sus opiniones no son valoradas, escuchadas, y que actúan bajo imperativo de los adultos, lo que podría conducir a la frustración y la apatía. Por lo tanto, es un deber el considerar el diseño del programa RM&E como la lógica para fomentar la participación de jóvenes y adolescentes en iniciativas de desarrollo a nivel internacional; y es vital, según la investigadora, porque la juventud es ahora el grupo demográfico más amplio del mundo.
En el último apartado de la sección cinco (capítulo 23), Jennifer E. Lansford y Prerna Banati se encargan de recoger los principales mensajes de la publicación, organizados según bloques temáticos:
El dominio del desarrollo adolescente, describe en primer lugar la salud mental y física de los y las adolescentes, incluyendo factores relacionados con la nutrición y la salud reproductiva y sexual, y expresando la bidireccionalidad existente entre la salud y la educación de estos y estas jóvenes.
En segundo lugar, se expone cómo los desarrollos funcionales y estructurales del cerebro durante la adolescencia afecten a la cognición y los comportamientos sociales. De ahí que sea importante reconocer e identificar los riesgos durante la adolescencia, y tener control cognitivo para mejorar en la vida adulta.
El siguiente capítulo observa los cinco modelos de desarrollo positivo de las y los jóvenes, caracterizados en términos de competencia, confidencia, carácter (moralidad, integridad), conexiones positivas, y cuidado (ser conscientes del otro).
Al final del apartado, las autoras discuten sobre cómo los rápidos cambios tecnológicos extienden las oportunidades, y es necesario reconceptualizar el compromiso y el desarrollo político y civil. Y que la investigación, las políticas y las prácticas deben analizar cómo los y las adolescentes desarrollan la motivación, los recursos y las estrategias en actividades de compromiso cívico, y en cómo intervienen en circunstancias de retos extremos.
Las relaciones sociales vistas de tres modos: desde una visión global y bidireccional de comportamientos y creencias entre padres y adolescentes; desde las amistades (entre pares) como fuente importante y positiva de influencia, pero también de riesgos asociados al rechazo o la influencia; y desde la relación de los y las adolescentes con adultos no familiares que están cerca de sus vidas y que son un gran germen de desarrollo, bienestar global adolescente y cohesión social.
Riesgos y oportunidades: los retos y oportunidades de la erradicación del matrimonio infantil, que requiere de esfuerzos educacionales y políticos; la situación de adolescentes en áreas afectadas por la guerra, a veces reclutados en conflictos como niños soldados (las autoras defienden un modelo de libertad/seguridad en el que los y las adolescentes no son sólo víctimas, sino que también tienen un rol potencial como constructores y constructoras de paz y voz de cambio); la inmigración juvenil y la oportunidad para integrar y evitar su radicalización; la realidad del bajo acceso de los y las jóvenes a las escuelas primarias y secundarias, y la necesidad de un análisis de motivos por los cuales no están inscritos en los centros escolares; la juventud callejera y lo importante que son los programas antipobreza y de protección infantil frente a la vulnerabilidad de esos y esas jóvenes; y, por último, las drogas como fenómeno global de jóvenes incautos, en el que las familias influyen y, por eso, habría que incluirlas en los programas de desarrollo globales a través de ajustes al contexto local.
Intervención y políticas desde diversas perspectivas. Por un lado, desde la perspectiva económica, advierten las autoras que invertir en subsistencia y educación adolescente paga dividendo cuando esos y esas adolescentes llegan a ser adultos. También, la necesidad de crear programas de protección social integradores para asegurar que los y las adolescentes cuentan con derechos efectivos en relación al acceso a la educación, la atención médica, la participación en actividades económicas, así como de protección contra el abuso. Por otro lado, se analiza la necesidad de que existan espacios públicos y entornos naturales para los y las adolescentes, y el beneficio físico y psicológico que les supone ser incluidos en los espacios en vez de alienarlos y marginarlos.
Por último, se revisa evidencia sobre la efectividad de programas diseñados para disminuir el riesgo del VIH y las enfermedades de transmisión sexual u otras infecciones de transmisión sexual, así como para mejorar la salud reproductiva, aconsejando las autoras partir de la educación sexual de las escuelas.
A parte de esta división del libro en cinco apartados principales (los cuatro mencionados y el relativo al empoderamiento adolescente, ya relatado), existe una línea de temas integradores o transversales, que Landford y Banati detallan. Se habla aquí de dos Objetivos de Desarrollo Sostenible: la pobreza, una de las causas más relevantes de los problemas adolescentes; y la educación, elemento clave para romper ciclos de pobreza intergeneracional y maximizar el potencial adolescente.
Otros temas integradores son las relaciones personales positivas y los actores interesados, que incluye a los propios adolescentes como partícipes del diseño, implementación y evaluación de programas y políticas que les afectan, con capacidad de construir y desarrollarse de forma individual y en comunidad.
Como consideraciones adicionales, las autoras añaden tres factores que les parecen cruciales en las prácticas y las políticas en cuanto al desarrollo de adolescentes que viven en países de economías con ingresos bajos y medios:
Primero, el rol de la tecnología. Esta se puede observar como característica de riesgo, porque introduce nuevas formas de victimización potencial y requiere de una gran inversión de tiempo de comunicación en detrimento de otras actividades. Pero también es necesario observar su impacto positivo, por su potencial de acceso mundial, su capacidad para conectar con personas que están geográficamente lejos, la oportunidad que ofrece para poder desarrollar intervenciones a bajo coste, imposibles de realizar de otra manera.
Segundo, el trabajo y la subsistencia. Banati y Landford entienden el rol del trabajo en el desarrollo adolescente como algo que ha de atender al riesgo que supone el trabajo infantil fuera de casa, y a los potenciales beneficios que supone preparar a las y los adolescentes para trabajos significativos cuando sean adultos.
Tercero, la religión como aspecto identitario y cultural que a menudo emerge en la adolescencia. Se habla de la influencia positiva que pueden suponer creencias y comportamientos que persoguen evitar riesgos, pero también de la negativa que supone la radicalización, y la realización de actos violentos en nombre de la religión.
Para finalizar, las autoras recomiendan investigar en el terreno del desarrollo adolescente desde un amplio espectro cultural, con datos longitudinales, y sobre los retos y oportunidades de los programas multisectoriales para adolescentes. Además, aconsejan estudiar especialmente la franja de 10 a 14 años de edad, que consideran que está poco analizada en comparación con otras franjas.
En cuanto a las prácticas, las autoras abogan por dirigir los esfuerzos hacia la acción colectiva con los ODS, para responder de forma efectiva a los retos que tienen que superar los y las adolescentes actuales.
En conclusión, la investigación apunta que los programas y las políticas facilitan la resiliencia a las chicas y chicos adolescentes, y su capacidad para enfrentarse a los retos vitales. Además se observa que, a menudo, las personas que trabajan en un país o región desconocen los esfuerzos similares en otras partes del mundo, y aquellos que trabajan para mejorar un aspecto del desarrollo de los y las adolescentes no tienen en cuenta el rango completo de las barreras existentes para efectuar cambios en ese dominio específico. Es por eso que el texto plantea la necesidad de aunar esfuerzos y adoptar una perspectiva holística y global.